7.Referentes conceptuales


Consideramos relevante la realización de actividades que permitan la re-valoración del lenguaje oral, porque el ser humano inicialmente conoce el mundo y se desenvuelve en este a través de la oralidad.


La lectura y la producción textual son vistas como procesos complejos, por lo que consideramos necesario hacer énfasis en ellas desde todas las asignaturas, queremos conseguir lectores interesados y competentes, y escritores prolijos para los que la hoja en blanco no ofrezca mayores temores.


Sin embargo, la oralidad, por lo general, la damos por sentada, pues es una herramienta que el niño ya trae, aparentemente, desarrollada cuando llega a las aulas. No obstante, es preciso tener en cuenta que la oralidad va más allá de la mera expresión verbal, implica poder desarrollar niveles de tolerancia, espacios de discusión y conciliación, hablar en contexto, enfrentarse a un público, reconocer al otro valorándolo como un semejante, pero reconociéndolo en sus diferencias. Es por esto que se hace tan necesaria la construcción de una voz social, pues es ésta la que nos lleva a conocer nuestros límites dentro del grupo y nos permite apreciar el valor de nuestros planteamientos, pues como lo enuncia Tusson, “disponemos de una lengua que posibilita organizar y expresar nuestros pensamientos, permite los intercambios comunicativos con otros, nos puede ayudar a construirnos como sujetos y a construir un lugar en el grupo social al que nos vinculamos”.


Ahora bien, entendida la oralidad como un aspecto relevante y necesario dentro de la vida diaria, sólo falta que la escuela le conceda los espacios para su desarrollo y le dé la prelación que merece. Proponemos, entonces, trabajar desde el aula en la formación de la voz de nuestros educandos, para que puedan usarla con seguridad para expresar sus sentimientos y pensamientos. Parte de este proceso implica acercar a los estudiantes a las reglas y pautas de interacción (escuchar, respetar los turnos, preguntar, defender una opinión, etc.), así como a la regulación de las mismas.


Por otra parte, esa voz debe estar regida por ciertos principios éticos, en este sentido, queremos remitirnos a Eugenio Coseriu (1994), quien en su ensayo, titulado "Deontología y ética del lenguaje", desgrana las actitudes antitéticas en cuanto a los criterios de corrección y ejemplaridad idiomática, representados por puristas y refuta la posición de los aún más liberales que rechazan toda sujeción a la norma y sostienen que el lenguaje es actividad libre. Para Coseriu, estos últimos equivocadamente entienden la libertad idiomática como arbitria, no como libertad y considera su actitud antidemocrática por cuanto no observan la dimensión deóntica del deber ser de la lengua, ignorando que el respeto por dicha dimensión deóntica representa la ética del hablante. Pues, dice Eugenio, la lengua corresponde, en cada caso, al ser histórico de cada hablante; no le es impuesta sino que le pertenece y, por tanto, hablar de acuerdo con la tradición de la comunidad es un deber del hablante, precisamente porque es un deber consigo mismo, con su propio ser histórico.


A su vez Habermas (1987), presenta una conceptualización que en gran medida complementa lo planteado por Coseriu. Para él, la comunicación lleva inscrita la promesa de resolver con razones las perturbaciones. Quien habla pisa una dimensión en la que aparecen claros los conceptos verdad, mentira, justicia e injusticia. El lenguaje nos da la posibilidad de consensuar normas de comportamiento y de propiciar, por tanto, el progreso histórico. Habermas da un nuevo sentido a la frase de Aristóteles: “El hombre, porque habla, sabe de lo justo y de lo injusto”. Sobre el lenguaje, Habermas establece la posibilidad de crear una ética, una política y una teoría consensual de la verdad.


Es en este sentido donde el uso de la letanía como medio para el desarrollo de procesos de oralidad adquiere trascendencia, pues en nuestro entorno Caribe la letanía nos trae la remembranza del carnaval, que es un espacio lleno de magia y diversión. La letanía es pues, común a la realidad de todos, por lo que les permite sentirse cómodos al trabajar en torno a ella y facilita el desarrollo de espacios de debate, análisis y producción, para los cuales deberán enfrentarse al público, respetar los turnos, proponiendo y respetando las ideas propias y colectivas.


Sobre las letanías


No podemos finalizar este apartado sin especificar lo que es una letanía. El investigador Edmundo Ramos Vives, escribió en el prólogo del libro “Letanías, un aporte al Carnaval”, cuyo autor es Renny Padilla, que ellas son ese discurso en verso casi siempre de carácter paródico, que combina realidad-ficción y del que participan los letanieros y el público que se encarga de escuchar lo recitado, leído o cantado, para reír o rabiar, gozar y disfrutar de las críticas, con comentarios, las ocurrencias alabanzas referidas a sucesos, acontecimientos y personajes de la vida local, nacional y universal.


La letanía no conserva un patrón literario rígido, en ellas se ve usar las diferentes modalidades literarias y todos los argumentos que nos da el idioma. Es así como encontramos textos de letanías con estrofas en sextetos, octavas, cuartetos, décimas, etc., o pueden estar las estrofas construidas con versos de arte mayor o de arte menor, éstas pueden ser en prosa o poéticas y dentro de ellas, de diferentes géneros. Los grupos de letanieros del carnaval recitan versos con un solista y un coro.


Las letanías no tienen acompañamiento musical ni coreografía, generalmente el solista lee los versos que tiene consignados en un cuaderno. El coro se sitúa alrededor del solista y se dedica a contestar en forma responsorial. En ésta manifestación es importante la claridad y tonalidad con que son recitados los versos

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